Brasil ya es el mayor productor y exportador mundial de azúcar, café, jugo de naranja, carne vacuna y de aves, y pronto podría superar a EE.UU. en exportación de maíz.
El fracaso de los puertos y la infraestructura de transporte del país para mantener el ritmo de un espectacular crecimiento de las exportaciones está amenazando su surgimiento como una potencia económica, escribe Todd Stuart del Lloyd´s.
El mes pasado, hubo informes de colas de camiones de más de 25 kilómetros que esperaban para descargar granos de soja en los principales puertos del país, sólo una parte de la masiva congestión en cadena que también produjo un gran abarrotamiento de buques amarrados fuera de los puertos a la espera de cargar.
El problema es simple: no hay suficientes puertos secundarios para aliviar la presión de los más importantes, Santos y Paranaguá.
Un indicio de los efectos de la mala calidad de la infraestructura portuaria de Brasil se puede medir por los resultados del último estudio del Foro Económico Mundial sobre la competitividad económica mundial, que en septiembre clasificó a Brasil en el puesto 135 entre 144 países.
Según el Banco Mundial, el costo de enviar un contenedor desde Sao Paulo se incrementó más de tres veces entre 2007 y 2012, mientras que los costos de importación se han más que duplicado.
En diciembre, la presidenta Dilma Rousseff anunció un programa de inversión de US$ 27.000 millones para ampliar y dragar puertos y mejorar los accesos terrestres en los próximos cinco años.
Esto representa 17 veces la inversión del estado brasileño en puertos durante la última década y ha llevado a la Confederación Nacional de Transporte de Brasil a cuestionar si el gobierno tiene la capacidad para gestionar los cambios a gran escala que se derivarían de esas inversiones y reformas.
La inversión del gobierno iría a la par de las reformas encaminadas a reducir lo que se refiere a menudo como el «Costo Brasil», el precio para el transporte de mercaderías a través de los puertos, hasta un 20% y crearía un entorno atractivo y propicio para atraer considerable inversión privada.
Pero el panorama actual de la baja productividad, altos costos laborales, altos aranceles, un marco regulatorio rígido y una oscura estructura de gestión estatal, pone de relieve la enormidad de la tarea que enfrentan las autoridades brasileñas.
El mayor obstáculo es el tema laboral. Gran parte de la infraestructura en los puertos del país sigue en manos del Estado, a pesar de que Brasil abrió las puertas a la inversión privada hace 20 años.
Sin embargo, las terminales públicas y privadas en los puertos brasileños aún están obligadas a contratar trabajadores a través de un organismo centralizado denominado OGMO, que designa los turnos disponibles para los estibadores sindicalizados.
Según las propuestas de reforma portuaria del Gobierno, se prevé subastar 159 terminales a inversores privados que tendrían el derecho de ignorar la OGMO y contratar a sus propios trabajadores. Sin embargo, esto podría crear una situación insostenible en la cual los actuales titulares de las terminales concesionadas aún se verían obligados a utilizar el OGMO.
En cuanto a los trabajadores portuarios brasileños, que han manifestado su hostilidad a los planes de modernización de puertos, argumentan que esas reformas darán lugar a recortes en los puestos de trabajo y los salarios.
A principios de este año, en el puerto de Santos, los estibadores realizaron una ocupación, que duró dos días, a un buque chino en protesta por las reformas, y hay una amenaza permanente de huelgas nacionales.
Fuente: Lloyd´s Loading List/ Traducción de RM-Forwarding